LA VIEJA DEMOCRACIA.


Relativizamos el sentido de lo más humano, disponemos nuestras acciones bajo el libro de la individualidad y cobijamos nuestros pensamientos en el guardaropa de los prejuicios.

Sobrepasamos la posibilidad de reunirnos, desafiamos los acuerdos y aplaudimos los desenfrenos de voces ruidosas.

Aún así, sigue siendo esa vieja manera de ponernos de acuerdo, para algunos a veces agotada, para varios añeja, para otros innecesaria. Si, la vieja DEMOCRACIA.

Ese péndulo lleno de pensamientos e ideologías, pero también de desarrollo social, de derechos humanos, de ciencia y libertad de pensamiento.

Hoy ese péndulo está en su máximo movimiento, o tal vez, retornando al epicentro. Lugar donde más allá de las diferencias, muchas veces insalvables, hace que pongamos lo mejor de nosotros para sostener a esta vieja DEMOCRACIA y hacer "oídos sordos" a voces ruidosas de recetas alucinantes.

La acumulación de poder es una debilidad para la convivencia democrática. Por eso, nuestra responsabilidad es que en cada lugar abramos la cancha, demos espacio a las opiniones diversas, a quienes tienen ganas de liderar y no cerrar la puerta al que nos incómoda.

No existe el liderazgo que tenga toda las respuestas. Cómo dicen por ahí, mientras más vacía va la carreta, más ruido hace.

El partido siempre se ha jugado en equipo. Y hoy no podemos seguir siendo la generación que quiere ser boxeador pero que no quiere recibir ningún golpe.

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